Mas mañana que ayer III

La crisis generalizada que padecemos los ejidenses tiene que convertirse en una oportunidad para salir reforzados de ella; y nada mejor para ello que crecer en lo que somos mas que en lo que tenemos. Los distintos aspectos de nuestra particular crisis tiene dimensiones culturales y sociales que tenemos que resolver a la par que la económica; sin perder de vista que progreso y bienestar no siempre tienen una relación directa, necesariamente, con el nivel de ingresos.

Nuestro verdadero motor ha sido siempre el capital humano; la capacidad de aprender de nuestros agricultores, su interés por innovar… Y siendo así tenemos que aceptar que nuestro crecimiento tiene que venir por el lado de la calidad y no por el de la cantidad; teniendo que redefinir también el concepto calidad porque no solo estamos hablando de sabores, olores, tipificación y tamaños de lo que producimos; tenemos que empezar a pensar que un El Ejido mejor es también una ciudad mas sostenible y solidaria. No sabemos bien, ni podremos cuantificar nunca, la “factura” que pagamos los ejidenses por tener la imagen exterior que tenemos.

Y siendo así tenemos que interiorizar el reto que supone cambiar esa imagen; y hacerlo significa necesariamente tener una visión amplia y a largo plazo, porque el proceso evolutivo hacia el que tenemos que ir conlleva generosidad y sacrificios. El motor social nuevo no puede estar basado en el crecimiento material ilimitado. Lo verdaderamente ilimitado de nuestra sociedad local ha sido siempre nuestra capacidad imaginativa, nuestra adaptabilidad a situaciones nuevas; situaciones que tenemos que impregnar de nuevos valores para que las decisiones y acciones cotidianas llenen de sentido nuestras vidas mas allá de lo estrictamente material.

Innovación Agraria.

Una de las quejas generalizadas que vengo oyendo a las tres generaciones de agricultores que me han precedido en el poblamiento del territorio ha sido el amoral abismo que separa el precio que paga el consumidor final por las hortalizas o frutas que consume, y lo que percibe el agricultor por el fruto de su trabajo. Por tanto cabe deducir que el gran reto que nuestra sociedad agrícola tiene por delante es dotar de mayor valor añadido las hortalizas que producimos; mucho mas teniendo claro que nuestros sistemas productivos bajo plástico son fácilmente imitables, y con claros bajos costos en cuanto a mano obra productiva se refiere (Marruecos, Egipto, Turquia, Tunez…etc.)
Innovación que hay que verla en el mismo sentido que el propio consumidor final que demanda, cada día mas, productos saludables y exentos de pesticidas.

Estamos necesitados de estrategias comerciales que rompan con el concepto de oferta monoproducto y en fechas limitadas; tenemos la necesidad de fidelizar a las grandes cadenas de distribución ofreciendo variedad y continuidad en la oferta, redefinir estrategias productivas y comerciales vinculantes, que superando actitudes individuales vengan a hacer posible el superávit de nuestros déficit. Ya se que resulta mas fácil decirlo que hacerlo, pero la constante demanda de las cada vez mas concentradas cadenas de comercialización solicitando grandes cantidades de producto a bajo costo mas que producto de calidad; son un indicador claro de por donde no tenemos que ir, porque resulta evidente que ese no es el nicho de mercado en el que podremos ser competitivos durante mucho tiempo.

Otro factor diferenciador en el que explorar porque también coincide con una demanda mas creciente es aquel que incida en productos hortícolas exentos de pesticidas y abonos químicos de síntesis; en definitiva en una agricultura cada vez mas sostenible y con amplios contenidos sociales en el modelo productivo. La sensibilización de sectores consumidores al que se le haga llegar la imagen de hortalizas obtenidas con garantías sociales equilibradas abriría la opción de consumidores comprometidos con un precio justo para el agricultor.

Los cambios no podemos ni debemos esperar que se produzcan solos; y mucho menos como fruto de una crisis productiva y/o comercial; tenemos que ser agentes activos de los cambios que los tiempos nos demandan anticipandonos a los problemas antes de que sean irreversibles y tengamos que abordarlos con prisas e improvisando, con todas las consecuencias negativas que ello conlleva. Tenemos que empezar a planificar desde ya, para que los cambios necesarios se den de forma graduar y progresiva; para que de forma continuada y sin traumas vayan calando en el tejido productivo y en las estructuras comerciales, no tenemos mucho tiempo, lo tenemos limitado y hay que implicar al conjunto de la sociedad en su solución, incluyendo a las instituciones y entidades financieras; pero esa es otra historia digna de ser desarrollada en otra entrada al blog.

Tengo que insistir, por su importancia, en la necesidad de cambiar la imagen exterior que proyectamos; nos ven viviendo en un territorio desordenado y medioambientalmente conflictivo e insostenible; que sumado a las relaciones genéricas con la inmigración, terminan generando rechazo entre los consumidores y teniendo su actitud consecuencias en la rentabilidad de nuestras explotaciones..

Cambiar esa imagen implica pensar que el todo es la suma de las partes, y actuar en consecuencia significa tomar conciencia de que el comportamiento de cada uno de nosotros en nuestras fincas, tiene consecuencias en el conjunto. Para poder orientar la toma de decisiones futuras sin tener que volver a precipitarlas, hay que reflexionar, imaginando un escenario idóneo en que se impliquen todos los actores, mas pronto que tarde.

Dicho queda.