Está claro que para afrontar los retos del futuro no podemos obviar ni nuestro pasado ni nuestro presente; y si bien la actualidad de nuestro municipio está presidida por todos los acontecimientos relacionados con la Operación Poniente y el mas que aparente estancamiento de la gestión municipal; no es menos cierto que éste blog nació con la presunción de ser un medio útil para que los ejidenses tuviésemos un punto de encuentro donde poder exponer-compartir nuestros puntos de vista y en relación con los grandes retos que, estoy convencido, vamos a tener que afrontar en plazos relativamente cortos.
Hacía mención en entradas anteriores, y a grandes rasgos, de algunas preocupaciones que pueden ser denominador común entre el conjunto de los ciudadanos del término municipal, y en su caso por extensión al conjunto de los ciudadanos de la Comarca del Poniente. La situación agrícola, la inmigración, el turismo, la cultura, la financiación… En definitiva el modelo social por el que queremos apostar. Disculparán en cualquier caso los lectores que me centre en El Ejido que al ser el centro neurálgico de la Comarca genera circunstancias que en todo caso son extrapolables.
Somos un colectivo cuya mayor fuerza moral es la creencia de que EL TRABAJO es y debe ser el motor de todo progreso humano sostenible. Y hay que gritarlo a los cuatro vientos, sobre todo para aquellos que no nos conocen, o que en una visita fugaz se atreven a formarse un juicio rápido sobre nosotros. Una de nuestras mayores fortalezas ha sido el convencimiento colectivo de que el esfuerzo continuado daría sus frutos, pero el sentido de la realidad no podemos perderlo, y para no perderlo tenemos que hablar también de debilidades.
Las crisis, incluyendo la municipal, tenemos que interpretarlas como una oportunidad, y nuestras debilidades tenemos que afrontarlas para trazar una o varias hojas de ruta que a su vez nos permitan encarar el futuro y sus retos con perspectivas de éxito; lo conseguido hasta ahora no podemos permitir que se nos vaya por el sumidero de la historia, por mucho que la frustración momentánea nos tenga “desorientados”. Nuestra propia y aunque escasa historia nos puede dar algunas claves de cómo afrontar ese futuro aunque lo veamos incierto coyunturalmente.
¿Cuántos de nosotros no hemos afrontado riesgos, y en el proceso de ejecución y en función de las circunstancias hemos tenido que corregir el rumbo?. Pues esa misma valentía y la capacidad de aprender y/o rectificar, siendo como es uno de nuestros signos de identidad colectiva que mas nos caracteriza, puede ser uno de nuestros mejores aliados para encarar esos retos de futuro; la mejor excusa para levantarse es caerse.
En las actuales circunstancias levantarse tiene que significar, en primer lugar romper nuestras barreras interiores, para que no ocurra que desde la defensa a ultranza de nuestra educación individualista pase lo que decía Mario Benedetti y cuyas afirmaciones vinen a cuento…
…Que para no ser heridos levantamos muros
Que quien siembra muros no recoge nada
Que casi todos somos albañiles de muros
Que sería mejor construir puentes
Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve
Que volver no implica retroceder
Que retroceder también puede ser avanzar”…
Para no perdernos, tenemos que preguntarnos ¿Cómo hemos llegado hasta aquí y porqué?; tenemos que despejar nuestras dudas y ser capaces de definir el modelo de sociedad que queremos ser.
Si algún rasgo común nos es definitorio es que hemos tenido la osadía en un par de generaciones de retar a la miseria; mi generación recuerda las tres cosechas: Mocos, legañas y esparto. Y siendo la cultura moral del trabajo, nuestro mayor y mas común signo de identidad, sumemoslo a la capacidad de aprendizaje continuo que hemos desarrollado, para terminar enfrentandonos definitivamente a nuestros miedos.
Necesitamos escribir, literalmente, nuestra propia historia en prosa o en verso, definitivamente y sin complejos, aunque en algunos errores que hayamos podido cometer no nos guste reconocernos.
Hemos llegado hasta aquí, en principio, como fruto de la necesidad de dar respuesta a cantidad inmensa de carencias; recordemos que en los años cuarenta Almería en su conjunto estaba en el puesto cuarenta y ocho en cuanto a renta per capita interprovincial en el contexto nacional. Nuestra actual posición nos exige, teniendo un acto de responsabilidad, analizar nuestras carencias actuales que nada tienen que ver con aquellas, siquiera sea por puro instinto de supervivencia.
Otro factor determinante que tenemos que afrontar, cuanto antes mejor, es la estructura social organizativa en la que somos absolutamente deficitarios. Hay que impulsar el asociacionismo de todo tipo, de manera que ese germen dinamizador termine gestando un modo y unas maneras diferentes de entender la vida social; para que finalmente terminemos generando modelos de cooperación colectiva e ilusionando a las generaciones venideras, de manera que el relevo generacional se consolide con expectativas solidas de futuro.
Es una deuda que tenemos contraída con nuestros menores, y para que mañana no nos acusen, tenemos la obligación moral de que la herencia no sea renunciable, sino todo lo contrario; ilusionante y cargada de expectativas razonables y razonadas.
Continuará...
Hacía mención en entradas anteriores, y a grandes rasgos, de algunas preocupaciones que pueden ser denominador común entre el conjunto de los ciudadanos del término municipal, y en su caso por extensión al conjunto de los ciudadanos de la Comarca del Poniente. La situación agrícola, la inmigración, el turismo, la cultura, la financiación… En definitiva el modelo social por el que queremos apostar. Disculparán en cualquier caso los lectores que me centre en El Ejido que al ser el centro neurálgico de la Comarca genera circunstancias que en todo caso son extrapolables.
Somos un colectivo cuya mayor fuerza moral es la creencia de que EL TRABAJO es y debe ser el motor de todo progreso humano sostenible. Y hay que gritarlo a los cuatro vientos, sobre todo para aquellos que no nos conocen, o que en una visita fugaz se atreven a formarse un juicio rápido sobre nosotros. Una de nuestras mayores fortalezas ha sido el convencimiento colectivo de que el esfuerzo continuado daría sus frutos, pero el sentido de la realidad no podemos perderlo, y para no perderlo tenemos que hablar también de debilidades.
Las crisis, incluyendo la municipal, tenemos que interpretarlas como una oportunidad, y nuestras debilidades tenemos que afrontarlas para trazar una o varias hojas de ruta que a su vez nos permitan encarar el futuro y sus retos con perspectivas de éxito; lo conseguido hasta ahora no podemos permitir que se nos vaya por el sumidero de la historia, por mucho que la frustración momentánea nos tenga “desorientados”. Nuestra propia y aunque escasa historia nos puede dar algunas claves de cómo afrontar ese futuro aunque lo veamos incierto coyunturalmente.
¿Cuántos de nosotros no hemos afrontado riesgos, y en el proceso de ejecución y en función de las circunstancias hemos tenido que corregir el rumbo?. Pues esa misma valentía y la capacidad de aprender y/o rectificar, siendo como es uno de nuestros signos de identidad colectiva que mas nos caracteriza, puede ser uno de nuestros mejores aliados para encarar esos retos de futuro; la mejor excusa para levantarse es caerse.
En las actuales circunstancias levantarse tiene que significar, en primer lugar romper nuestras barreras interiores, para que no ocurra que desde la defensa a ultranza de nuestra educación individualista pase lo que decía Mario Benedetti y cuyas afirmaciones vinen a cuento…
…Que para no ser heridos levantamos muros
Que quien siembra muros no recoge nada
Que casi todos somos albañiles de muros
Que sería mejor construir puentes
Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve
Que volver no implica retroceder
Que retroceder también puede ser avanzar”…
Para no perdernos, tenemos que preguntarnos ¿Cómo hemos llegado hasta aquí y porqué?; tenemos que despejar nuestras dudas y ser capaces de definir el modelo de sociedad que queremos ser.
Si algún rasgo común nos es definitorio es que hemos tenido la osadía en un par de generaciones de retar a la miseria; mi generación recuerda las tres cosechas: Mocos, legañas y esparto. Y siendo la cultura moral del trabajo, nuestro mayor y mas común signo de identidad, sumemoslo a la capacidad de aprendizaje continuo que hemos desarrollado, para terminar enfrentandonos definitivamente a nuestros miedos.
Necesitamos escribir, literalmente, nuestra propia historia en prosa o en verso, definitivamente y sin complejos, aunque en algunos errores que hayamos podido cometer no nos guste reconocernos.
Hemos llegado hasta aquí, en principio, como fruto de la necesidad de dar respuesta a cantidad inmensa de carencias; recordemos que en los años cuarenta Almería en su conjunto estaba en el puesto cuarenta y ocho en cuanto a renta per capita interprovincial en el contexto nacional. Nuestra actual posición nos exige, teniendo un acto de responsabilidad, analizar nuestras carencias actuales que nada tienen que ver con aquellas, siquiera sea por puro instinto de supervivencia.
Otro factor determinante que tenemos que afrontar, cuanto antes mejor, es la estructura social organizativa en la que somos absolutamente deficitarios. Hay que impulsar el asociacionismo de todo tipo, de manera que ese germen dinamizador termine gestando un modo y unas maneras diferentes de entender la vida social; para que finalmente terminemos generando modelos de cooperación colectiva e ilusionando a las generaciones venideras, de manera que el relevo generacional se consolide con expectativas solidas de futuro.
Es una deuda que tenemos contraída con nuestros menores, y para que mañana no nos acusen, tenemos la obligación moral de que la herencia no sea renunciable, sino todo lo contrario; ilusionante y cargada de expectativas razonables y razonadas.
Continuará...